Nuestra mega súper ultra... excursión de fin de curso
La excursión de nuestras vidas
Hay días que empiezan como cualquier otro… pero terminan grabados para siempre en la memoria.
Este fue uno de esos.
Cada uno salió desde su casa con una mochila cargada de ilusión, de nervios, de expectativas.
Nos encontramos en Santander, como piezas de un puzzle que solo encaja cuando estamos todos, profes y compañeros.
Y allí, sin previo aviso, sorprendimos a nuestra querida profe Luisa con una banda sonora especial:
una canción, una sonrisa, y ese gesto que hablaba de agradecimiento y cariño sin necesidad de palabras.
Desde allí, con paso decidido y corazones valientes, fuimos caminando hasta el planetario.
Entre risas, confidencias, y algún que otro comentario brillante del alumnado (¡menudo nivel de conocimientos!),
descubrimos el universo.
Estrellas, constelaciones… y hasta un carro de Manolo Escobar que apareció, como por arte de magia,
para recordarnos que el saber no entiende de normas ni de límites.
Antes de entrar, almorzamos. No solo comida: compartimos ilusiones, anhelos, bromas y cercanía.
Porque la magia de este grupo no está solo en lo que aprende, sino en lo que es.
Después del viaje estelar, seguimos caminando (¡y caminando!) hasta la estación.
Allí casi nos equivocamos de tren —y casi hacemos que otros se equivoquen también—,
pero eso solo nos arrancó más carcajadas. Porque a veces perderse un poco es parte del encanto.
Y entonces… llegó el buffet de Muerde la Pasta.
Algunos repitieron, otros tripitieron, y todos salimos con el alma llena y la barriga aún más.
Pero lo mejor no fue la comida, sino ese rato compartido entre charlas, confesiones (¡las nuestras siempre presentes!),
y regalos sorpresa para celebrar los cumpleaños de verano.
Un momento sencillo, pero lleno de significado.
Luego nos esperaba un local cedido por el Ayuntamiento,
donde disfrutamos de dinámicas divertidas que nos ayudaron a reírnos, a conocernos más,
a reforzar esa cohesión que hace que este grupo sea tan especial.
Globos, juegos, carreras, bromas…
Un espacio en el que cada uno brilló con su luz propia.
Pero aún quedaba lo más esperado:
el jumping.
Y ahí nos dejamos llevar.
Saltamos (bueno… lo intentamos), bajamos toboganes gigantes, nos quedamos pegados a paredes como abejas gigantes,
y nos reímos hasta dolernos la tripa con el toro mecánico.
Incluso el profesorado se animó al futbolín y al hockey… aunque, todo sea dicho, hubo alguna que otra “picadilla” divertida.
Mención especial a Andrés... Nunca te olvidaremos 🤣🤣🤣🤣
Fue, sin duda, una de las experiencias más alegres y auténticas que hemos vivido.
A las seis tocaba volver… aunque nos regalaron diez minutos más.
Diez minutos para respirar hondo, mirar alrededor y entender que este día,
este grupo, esta excursión… han sido mucho más que una salida.
Han sido una celebración de lo que somos cuando estamos juntos.
Y lo mejor de todo es que todavía nos quedan muchas sorpresas por vivir.
Gratitud especial a nuestro profesorado que nos quiere como si fuéramos todos familia y lucha por nosotros sin descanso.
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